Deuda ecológica y deuda climática

La deuda ecológica es la deuda que tienen los países del Norte con los pueblos y países del Sur. Es una responsabilidad con el planeta, por la destrucción gradual como efecto de las formas de producción y consumo. Se genera en la época colonial y se sigue incrementando hasta nuestros días. 

Esta incluye la responsabilidad por el saqueo, usufructo, destrucción, devastación (extractivismo petrolero y minero de los bosques y la biodiversidad) y contaminación de la naturaleza. También se genera por el intercambio ecológicamente desigual, ya que, la producción para la exportación -principalmente de materias primas-, se realiza sin tener en cuenta los daños sociales y ambientales que genera, tales como, la apropiación intelectual y el usufructo de los conocimientos ancestrales relacionados con las semillas y las plantas, el uso y la degradación de las tierras, suelos, agua y aire para establecer monocultivos, y la contaminación por el depósito de basuras y residuos tóxicos en los países del Tercer Mundo, entre otros efectos propios del capitalismo industrializado y global, poniendo en riesgo la soberanía alimentaria y en general, los medios y modos de vida de las comunidades locales.

La deuda ecológica incluye la deuda climática, que es la apropiación ilegítima de la atmósfera y la capacidad de absorción de dióxido de carbono del planeta (suelos, bosques, océanos) proveniente de la extracción y quema desproporcionadas de los combustibles fósiles. La contaminación atmosférica es la principal causa del efecto invernadero y de la consecuente crisis climática que afecta principalmente a los pueblos más vulnerables del Sur.

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